Hace
unos días leía en un blog, un post titulado “El momento más feliz de mi vida”.
Me
hice la pregunta a mi misma y no tardé mucho en responder.Era sábado, según las cuentas, faltaba todavía una semana para que naciera mi primer hijo, pero a veces las cuentas fallan, y ese día, después del paseo diario, no me sentía bien. Recuerdo que mi suegra me preparó una manzanilla para que me ayudara a hacer la digestión, pero nada. Llego mi madre, que tenia la experiencia de ocho hijos, y decidimos que era momento de ir al hospital.
Efectivamente, había llegado la hora. Todo iba bien, hasta que en el monitor vieron que el niño sufría y decidieron que naciera mediante cesárea.
La
operación no tuvo complicaciones y, lo más importante, parecía que el niño
estaba bien. Lo peor de la cesárea es que cuesta mucho más la recuperación de
la madre, por lo que teníamos que quedarnos al menos una semana en el hospital.
Y justo a la semana, cuando ya preveíamos la vuelta a casa, detectaron que el
niño no respiraba bien y parecía tener algún problema cardíaco.
Nunca
olvidaré el momento en el que me dijeron que el niño se encontraba mal y que
había que llevarlo a la Clínica Universitaria de Pamplona. En ese momento me
encontraba sola y lloré y lloré. Entre sollozos, grité a Dios que no me lo
quitara, por favor no…
Cuando
lo prepararon todo, me llevaron a despedirme de mi hijo, lo vi en brazos de una
enfermera, lleno de cables, tan pequeño e indefenso y yo tan impotente.
Mi
cuñada, que vivía cerca, se fue con él en la ambulancia y haciendo frente a la
nieve que caía, llegaron a Pamplona.
El
diagnóstico “coartación aórtica”, había que operar. Su padre y la familia, iban
y venían del hospital pero a mí no me permitían ir, pues estaba convaleciente,
me cansaba y me dolía la herida de la cesárea, al menos eso era lo que yo
sentía.
La
operación salió bien y había que esperar su recuperación. Aquellos días alejada
de lo que más quería, comprobé la fuerza que tiene la mente para hacerte sentir
cosas imposibles, olía la colonia que le ponían al recién nacido como si lo
tuviera junto a mí, y cuando por fin me permitieron ir a verlo un rato en la
UCI, mis dolores físicos acabaron como por arte de magia.
Estuvo
un mes en el hospital y por fin, la víspera de fin de año, llegó la tan
esperada llamada de teléfono, podíamos ir a buscarlo al día siguiente.
No
me lo podía creer, íbamos a tener a nuestro hijo con nosotros, la vida volvía a
tener sentido.
Este
ha sido el momento más feliz de mi vida.
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