Todos
sabemos que después de cortar el cordón umbilical, sigue habiendo un vínculo
muy fuerte entre madre e hijo.
Cuando
una se hace madre, a la vez que tu hijo, nacen unos sentimientos nuevos, un
amor diferente, intenso y desinteresado, por los hijos haces cosas que nunca
habías imaginado, y a la vez crecen el miedo y la responsabilidad, ellos son
algo muy tuyo que tienes que cuidar y proteger.
Van
creciendo y ese vínculo sigue ahí, una madre ríe y llora con y por sus hijos.
Por la expresión de sus ojos, sabe si son felices o hay algo que les preocupa,
se da cuenta cuándo quieren hablar o es mejor el silencio.
Y,
como he dicho, todo este amor es desinteresado, haríamos y daríamos todo por
ellos, aun sin recibir nada a cambio, pero cuando, al menos en mi caso, sabes
que ellos te adoran, la felicidad es completa.
Pero
a veces, ocurren cosas que no puedes entender, como me pasó hace dos días.
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Matrioska |
Llegó
mi hija a casa como cada día y mi saludo fue “kaixo matriuxka”, no es mi saludo
habitual y tampoco sé porque lo hice. Ella sorprendida me preguntó, porqué le
había llamado así. Le dije que por nada en particular y que había sido espontaneo.
Entonces
me contó, que venía de visitar a su amiga Ane, que ha sido madre recientemente.
Habían estado paseando con la pequeña y se fijó que llevaba puesta una ropita
con el dibujo de una “matrioska” y ella la había acariciado y llamado cariñosamente
“matriuxka”.
Las
dos estábamos sorprendidas de que hubiésemos utilizado la misma palabra en dos
momentos tan cercanos y al mismo tiempo tan lejanos, pues no es corriente ni se usa con asiduidad.
Casualidad?
Por casualidad llegas a la misma hora, ves la misma película, etc.
Misterio?
Una vez me dijeron que misterio era todo aquello a lo que no encuentras
respuesta.
Pues esta
historia yo la enmarcaría dentro de ese vínculo maravilloso y a veces tan
sorprendente entre una madre y sus hijos.