Ayer se cumplieron diecisiete años de la muerte de nuestro padre. ¡Cómo pasan los años!
Había sufrido una trombosis cinco años antes, que ha punto estuvo de llevarlo al otro mundo, pero no era el momento y siguió en este.
Todos queremos aferrarnos a la vida y muchas veces la medicina consigue, como en el caso de mi padre, devolverle al mundo de los vivos, que no a la vida, porque su salud quedó muy mermada, postrado en silla de ruedas y con muchas secuelas para hablar, ver, etc.
Él se cuidaba más bien poco y mi madre se enfadaba por ello, e intentaba asustarlo diciéndole “algún día te va a dar algo” y el siempre contestaba “pues si me dá me muero y ya está ”. Nosotros le recriminábamos diciéndole que si se moría lloraríamos una vez pero si se quedaba a medias, lloraríamos todos los días. Son cosas que dices pero en el fondo nunca crees que te vaya a pasar, pero pasó.
Fue muy triste ver como se iba deteriorando día a día aquel hombre fuerte y alegre que habíamos conocido y cómo nuestra madre, dedicada en cuerpo y alma a su cuidado, también se fue apagando, porque un enfermo así te merma tanto física como sicológicamente.
La verdad es que no tengo muchos recuerdos de él de cuando era niña o jovencita, en nuestra época los padres, en general, no tenían la relación que tienen ahora con los hijos. La responsabilidad recaía en las madres. No recuerdo haberle pedido permiso para algo, eso siempre era una cuestión que había que arreglarlo con mi madre. A veces cuando a ella no le apetecía dejarte ir a algún sitio, en vez de negarte, te decía que pidieras permiso al padre , pero ya se encargaba ella de convencerle para que dijera que no.
Era un hombre tranquilo y muy sociable, lo mismo podía estar de cháchara con gente de su edad, como con mucho mas jóvenes, nunca tenía prisa ni para salir, ni para volver a casa y esto le acarreó más de un problema con mi madre.
A veces, como todos los padres, se enfadaba con nosotros pero en el fondo creo que estaba muy orgulloso de todos sus hijos.
Normalmente parece que te quedas con el recuerdo de lo más reciente, pero con mi padre, me alegro de que no sea así, porque a pesar de cómo lo vi los últimos años de su vida, no es ésta la imagen que me ha quedado gravada, sino la de cuando estaba bien.
Le veo bajando la cuesta desde la sociedad a casa con su boina, las manos en los bolsillos y siempre silbando.
Asi te recuerdo aitxa.